Blog de Manolo de la Torre


Entrenador de fútbol, ha ejercido la profesión 19 temporadas. Escritor en periódicos,
ha publicado una columna diaria, durante dos décadas, en tres periódicos ceutíes.

sábado, 16 de mayo de 2015

Muestras de desagrado

No creo que haga falta, a estas alturas, decirles que yo dediqué muchos años de mi vida a ejercer como entrenador de fútbol. Puesto que además viene en el historial del blog. Lo que sí debo decirles es que, una vez más, me toca hablar de mí. Y es que se escribe de lo que se lee, de lo que han vivido otros y, naturalmente, de lo que ha vivido uno.

Como entrenador, vaya usted saber el porqué, a mí se me empezó requiriendo para que hiciera milagros: es decir, evitar descensos de equipos que estaban hundidos en la clasificación. Y dado que  la cosa se me daba bien, se me encasilló en esa faceta. Algo que en el mundo del toro es conocido como hacer limpieza de corrales. Lo que significa que hay toreros que apechugan con el ganado que no quieren ni ver las figuras.

Tras conseguir el logro encomendado, o bien me marchaba yo o me quedaba una temporada más en el club para darle consistencia a la tarea emprendida. Mentiría si no dijera que semejante trabajo, aunque me dejaba exhausto, suponía un reto al que deseaba enfrentarme cada poco tiempo. Aun a sabiendas de que tendría que volver a tomar medidas tan necesarias como dolorosas y con las que iría duplicando el número de mis enemigos.

Y es que el deber es hacer lo que se sabe que es justo y bueno para enderezar el rumbo de un equipo que había comenzado el campeonato dando tumbos y sus dirigentes mostraban ya síntomas evidentes de estar sometidos al peor de los fines. No es fácil hacer lo que es justo en tales circunstancias. No. Porque lleva consigo mostrarse drástico con futbolistas que llevan años en el club y a los que nadie, sin embargo, les achaca culpa alguna de las derrotas.

Pues bien, mi éxito en la salvación de esos equipos que estaban abocados casi irremisiblemente al descenso, consistía en tomar las decisiones menos malas con la mayor celeridad posible y los resultados favorables eran los que propiciaban que los jugadores creyeran en sus posibilidades y, claro, en mis métodos. Aun así, de verdad de la buena, yo recibía en muchas ocasiones las broncas más sonoras. Rugía una parte del campo contra mí, mientras la otra aplaudía mis actuaciones.

Yo me levantaba muy de mañana los días de partido, y lo primero que hacía es pensar en que ya habría aficionados preparando sus argumentos con ánimo de molestarme. Y me acordaba de que el público es soberano. Y así no me desatinaba. De las situaciones vividas podría contar mil anécdotas. Mías y de compañeros que también pasaron por ese mal trance. Lo que no entiendo, por más que lo intento, es lo que viene ocurriendo con los pitos en el Bernabéu. Como si los aficionados no tuvieran derecho a mostrar su desagrado. Los hay que se la cogen con papel de fumar.

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