Yo he mantenido relaciones cordiales con Alejandro Curiel desde que nos conocimos cuando los militantes socialistas, y él lo era, acudían casi diariamente a la sede del partido situada en la calle de Daoíz y Velarde, en el alborear de los ochenta. Relaciones que nunca supusieron traba alguna a la hora de afrontar nuestros desacuerdos políticos o de lo que se encartara.
Muchas fueron las veces que Curiel opinaba de fútbol. Deporte, dicho sea de paso, del que mi estimado Alejandro no tenía ni idea; pero él procuraba, mediante argucias, sacarme de mis casillas. Al final, como no podía ser de otra manera, las discusiones entre él y yo acababan con el ineludible abrazo. Aunque quedábamos prestos para llevarnos la contraria en cualquier otro momento.
Tras mucho tiempo sin vernos, nos hallamos precisamente un Primero de Mayo, del año 2009, en la terraza de la Dehesa.Y allí, en plaza recoleta y disfrutando de un microclima más que agradable, nos pusimos a pegar la hebra teniendo como testigo a otro profesional de la enseñanza. Iba Curiel rojeando como siempre; es decir, luciendo su clásica sudadera grana, aunque en aquella ocasión había prescindido de su bufanda roja bermellón. Grímpola que se echaba al cuello desde que decidió afiliarse a la Unión General de Trabajadores.
No hace falta que les diga que Curiel había estado en la manifestación de aquel Primero de Mayo de 2009. Es más, pronto me hizo ver las siglas de la UGT, el sindicato de sus entretelas, que llevaba estampilladas en la pechera de la prenda deportiva. Y fue entonces cuando a mí me dio por decirle que el sindicalismo andaba de capa caída. Alejandro, tras dar un respingo, no dudó en pedirme que le diera una sola razón por la que yo creía que los sindicatos habían perdido categoría. Y no dudé en recitarle de memoria lo que había dicho un inglés, de cuyo nombre no me acuerdo, y que le venía como el anillo al dedo a los males que aquejaban ya a los sindicatos.
"Los trabajadores forman sindicatos para tener una voz y para mejorar sus salarios y condiciones laborales, no para dar a los grupos minoritarios la oportunidad de alcanzar sus fantasías políticas". Verbigracia: Juan Luis Aróstregui. Y, claro, Curiel no dijo ni pío al respecto. Tras decirle a Curiel lo mucho que me gustaría darle un abrazo y charlar con él, me van a permitir que exprese lo siguiente: si UGT y CCOO tienen 8.000 afiliados, por qué motivo sus convocatorias, como las de hoy, son siempre un auténtico fiasco de seguidores. Que me lo expliquen. Eso sí, sin contarme el cuento del alfajor de que ha sido porque el personal se ha ido a la Península para gastar a manos llenas su dinero negro.
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