No te sofoques, Manolo, que ya andas en los tres duros y medios, y no merece la pena que arriesgues tanto en esta vida, que no es cosa que te dé un telele con malas ideas, al cual está abocado hasta el más pintado, y si te vi no me acuerdo. Fue lo que dije para mí cuando el pasado mes de abril estaba dando las boqueadas.
Debo decirles a ustedes, queridos lectores -que ya sé que los tengo, debido a la técnica-, que soy supersticioso, y mucho más desde el día en el cual leí, y no me pregunten ni cuándo ni quién lo dijo, que el corazón del hombre necesita creer en algo, y cree en mentiras cuando no encuentra verdades que creer; "sin duda por esa razón que creen los amantes, los casados y los pueblos a sus ídolos, a sus consortes y a sus gobiernos", y una de mis supersticiones consiste en creer que nunca habrá un mes de abril bueno para mí.
Conque, tras meditar varios días sobre el asunto que me hacía estar en ascuas, desde hacía su tiempo, y sobre todo acrecentaba mi desazón en llegando los días abrileños, decidí que había llegado la hora en la cual me correspondía sentirme libre de ataduras. Cosa harto difícil. Porque libre, lo que se dice ser libre, no lo está nadie. Ya que todos tenemos dependencias, unos más que otros; pero todos vamos asidos al carro de nuestros intereses; aunque sea en la última rueda que maneja el poder votado por los electores.
Que los electores -como bien dice Josep Ramoneda en El País- crean que un partido puede ganar forma parte de las condiciones del éxito. Porque no hay nada más estimulante, esto lo digo yo, que apostar por caballo ganador. Y es que la identidad de las personas se nutre, por encima de todo, por poner un ejemplo, de los triunfos de los mejores.
No hace falta recordar lo que ocurre en nuestra España con Real Madrid y Barcelona -válgame el símil-. Por más que, de un tiempo a esta parte, el Atlético de Madrid esté sumando adeptos a su causa: eso sí, asumiendo que ingresan en un club donde el sufrimiento va unido a la historia de un equipo capaz de padecer en menos que canta un gallo un varapalo de Sergio Ramos y que les hace a sus seguidores darse cuenta de que sigue siendo válido el mote de El Pupas.
Los ganadores en esta ciudad tan marinera como gusta de propalar nuestro alcalde, pertenecen al Partido Popular. Y, nada más recordarlo, se me viene a la imaginación lo que decía Unamuno en este sentido: "Que un político español era una persona que concedía destinos y un ciudadano español era una persona que los buscaba". Su descripción sigue siendo plenamente acertada de lo que es la vida pública en esta época. Y contra semejante verdad, que no necesita demostración, uno sabe que se estrella si no transige. ¿Lo cogen?
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