En 2008, cuando el PSOE ganó las elecciones y el PP creció en votos y
diputados, debido a que IU y los partidos nacionalistas naufragaron en
las urnas, un cargo importante de los populares, que visitó Ceuta a los
dos meses de haberse celebrado las elecciones ganadas por Rodríguez Zapatero, no tuvo el menor inconveniente en decir que Mariano Rajoy era un mal candidato. Y tampoco se cortó lo más mínimo en acusar a José María Aznar de haber metido la pata nombrando a dedo a su sucesor.
Aquel
personaje, cuyo nombre he de silenciar por razones obvias, hablaba con
el despecho de quien durante mucho tiempo había vivido ilusionado con la
posibilidad de ser designado candidato a la presidencia del Gobierno
por su admirado JMA. No sé si llegó a decir, en un momento de
ceguera enconada, que semejante error lo iba a pagar con creces su
partido. Ni tampoco soy tan atrevido como para dejar entrever que aquel
hombre bien podría haber empinado el codo.
Válgame el introito
para entrar de lleno en los momentos difíciles que está viviendo el
presidente del Gobierno y también del Partido Popular. Me explico: es
harto conocido que los candidatos autonómicos y municipales del PP, en
las elecciones de mayo, apostarán por campañas personales y mensajes
caseros para intentar aminorar el desgaste de la gaviota y la escasa creencia existente en la calle de las mejoras económicas concernientes a los pobres y a las clases medias.
Los
alcaldes, sobre todo, y ya sabemos cómo se las gastan, están
convencidos de que la presencia del presidente del Gobierno en sus
localidades, como señuelo para obtener votos, es tan contraproducente
como adversa. Y no dudan en comentar entre bastidores que la prueba del
nueve del desaguisado se ha producido en Sevilla. Es la que ha
vuelto a ser el epicentro de todos los males que acechan a los populares
en un mayo que se espera sea florido y hermoso.
Para Mariano Rajoy,
por más que sea político curtido en mil batallas y en el hemiciclo haya
respondido siempre desde sus distintos púlpitos con certeza, debe
suponer un varapalo la desconfianza que genera su figura entre sus
huestes provincianas y regionales. Así que no me extrañaría si me
dijeran, en cualquier momento, que MR está dando gritos de loquito por
el coño de Doñana. Perdón, perdón, perdón... mil veces perdón por haber caído yo también el error cometido por el ABC en los tiempos de Maricastaña.
Los
alcaldes, por más que sean aleccionados a partir del martes por los
miembros de la junta directiva del PP, tras reunirse éstos con Rajoy,
harán caso omiso de las recomendaciones. Porque saben que los
ciudadanos no creen que la mejora económica de la que habla el
presidente del Gobierno la estén disfrutando quienes desde hace tiempo
sufren las consecuencias de la crisis económica. En España hay hambre. Y
la están padeciendo los más pobres. A los que se han sumado los
procedentes de las clases medias. Rajoy lo tiene crudo con sus alcaldes.
Que son los que, indudablemente, entusiasman a los presidentes de las
comunidades.
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