Jugar por la mañana es muy distinto a hacerlo por la tarde o por la
noche. Los partidos matinales exigen que los jugadores cambien sus
hábitos. Hubo un tiempo donde el jugar a esa hora vaga de mediodía
causaba trastornos a los componentes de los equipos no acostumbrados a
ese horario. Sobre todo entre los grandes.
El Granada, sin
embargo, comenzó muy bien su partido en el Bernabéu. Por más que su
entrenador, decían los comentaristas que con buen criterio, se había
permitido el lujo de alinear a muchos suplentes, a fin de reservar a los
titulares para enfrentarse a conjuntos más accesibles. Grave error.
Mírese por dónde se mire, y no necesito jurar para que me crean que es
lo primero que dije para mí en cuanto quedé enterado.
El Madrid, necesitado de puntos y de amedrentar a sus rivales con buen juego y goles, tuvo en James,
desde el principio, su mejor elemento en todos los sentidos. El
colombiano, que reaparecía tras estar mucho tiempo convaleciente de una
dolorosa lesión, sentó cátedra en todos los aspectos. Daba la impresión
de que se había tomado tan en serio su reaparición, como para no tener
duda alguna de que se había levantado a las siete de la mañana, había
desayunado con largueza, y hasta se había permitido el lujo de completar
una tabla de ejercicios físicos en el jardín del hotel de
concentración. Porque anduvo más fresco y más espabilado que nadie.
James
hizo diabluras por la banda izquierda. Manejó con maestría su mejor
pierna, la zurda, en muchísimas ocasiones. He aquí un futbolista al cual
su bregar no le impide tener lucidez suficiente para regatear, pasar
inmejorablemente el balón, y hasta permitirse el lujo de organizar el
juego de su equipo desde una banda. Actuó el colombiano -por cierto, uno
de los mejores jugadores del último Mundial- con enorme sentido
táctico; ayudando a Marcelo y creando espacios para el buen funcionamiento de Cristiano Ronaldo.
De
extraordinaria, pues, se debe calificar la actuación de un futbolista
cuya llegada generó críticas negativas. Y que, durante los primeros
meses de estancia en el Madrid, no fue valorado en la medida merecida.
Ya que en la prensa española, y concretamente en la madrileña, existe un patriotismo exclusivista: fervor exagerado por las cosas de la patria propia acompañado de desprecio por los extranjeros. Chovinismo a la francesa, puro y duro.
El fervor exagerado hacia Isco,
en cambio, -por sus regates en una losa, por sus ruletas, fintas y
taconazos; en suma, su juego fantástico más que práctico-, ha impedido
hasta el momento apreciar la calidad que atesora James. Calidad
no exenta de eficacia notable. Sabe eludir los marcajes tenaces; su
regate es siempre útil; su pierna izquierda es de seda; hace goles y
defiende hasta donde le permite su condición física. Y, sobre todo, se
permite el lujo de llevar la batuta del equipo en cualquier momento y
desde cualquier posición. James reapareció, tras una grave
lesión, y jugó cincuenta minutos extraordinarios. Y con su juego repleto
de eficacia y preñado de fantasía, el Granada se fue desmoronando en
una mañana de primavera madrileña.
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