Es martes, se deja sentir el molesto viento de levante, y las calles
céntricas carecen de animación. Uno tiene la impresión de que la gente ha
tirado la casa por la ventana, durante la Semana Santa, y ya ha empezado a
reducir gastos. La calle Jaudenes, por ejemplo, está desierta. Debido a que
todos sus bares están cerrados. ¿Qué sería de ella sin el reclamo de esos
establecimientos?
Ni que decir tiene que echo de menos las reuniones en las que
participo cada martes, por más que éste tenga fama de día aciago. Sin embargo, cuando menos lo espero, coincido
con varios conocidos en el Hotel Tryp y hablamos a calzón quitado. De
política, claro que sí; que es lo que prima tras conocerse cómo nuestro alcalde
está actuando en esa difícil tarea que es hacer una lista electoral.
En principio, conviene decirlo cuanto
antes, pasando nuestro alcalde por ese trance desagradable que supone siempre
comunicarle a alguien que no se cuenta con él. Que le agradece los servicios
prestados y, tras abrazarlo con enérgicas y rápidas palmadas en la espalda y la
sonrisa subrayando el tableteo, acaba la función. Y si te vi no me acuerdo.
Tampoco es fácil elegir a los nuevos candidatos. Aunque resulte tarea
gratificante para ambas partes.
Pues bien, alguien
de la reunión tuvo a bien recordarme lo que yo les dije, hace ya casi un año, a
varios concejales del Partido Popular que me habían invitado a compartir una
sobremesa en el Hotel Tryp. Mi respuesta fue motivada por una pregunta que me
hicieron sin venir a cuento: "¿Tú crees. Manolo, que Vivas
prescindirá de nosotros en las próximas elecciones?".
Guardé silencio los segundos convenientes. Para dar la impresión de que no
tenía respuesta para semejante pregunta. Y, cuando parecía atascado, arranqué a
media vuelta de manivela: Vivas prescindirá de vosotros y de algunos
concejales más -les dije-. Sentados a la mesa estaban Mohamed Rabea -concejal
de Asuntos Sociales- y Abdelhakim Abdeselam -concejal de Sanidad-.
Ambos se quedaron de piedra. Y, una vez que me dio por hacer de pitoniso, no
dudé en augurarles también la despedida a Yolanda Bel -pese a mandar
tela marinera- y, por supuesto, a Gregorio García Castañeda.
Ante mis atrevidas predicciones, un estómago agradecido me miró con
iracundia y hasta estuvo en un tris, pues yo lo vi reflejado en su mirada, de
decirme una guasa. Pero se contuvo a tiempo. Si bien no dejó de mover la cabeza
en señal de protesta, durante cierto tiempo, porque no le gustaron mis
vaticinios. Aquel sujeto no sabía que en política el conocimiento de las
personas es vital. Y el conocimiento hay que demostrarlo. Ah, se me olvidaba:
creo recordar que profeticé asimismo el mando en plaza que tendría Emilio
Carreira. Habrá que reconocer que acerté de pleno.
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