El día cuatro de abril, hace nada, se han cumplido veinte años del
nacimiento de El Pueblo de Ceuta. Y, claro, los recuerdos
afloran. No en vano hice yo el primer editorial de un medio recién nacido al
que le auguraban corta vida. Vaticinio que no se ha cumplido y que todos
debemos celebrar por el bien de la libertad de expresión. En ese primer
ejemplar, amén de escribir el primer artículo de fondo, tuve a bien dedicarle
una carta abierta a María del Carmen Cerdeira. Señora a la
que tuve en gran estima y de la que guardo recuerdos muy gratos.
Nació El Pueblo de Ceuta en unos años donde las empresas
periodísticas estaban en pleno auge, debido a la vitalidad económica que
proporcionaba el buen momento publicitario. Razón más que suficiente para que,
durante ese tiempo, años noventa, apareciesen continuamente nuevos diarios. Y,
sobre todo, una ofensiva de diarios regionales y locales. Buenos periódicos,
que empezaron a calar en los ciudadanos de unas comunidades autonómicas,
deseosas de saber por medios propios.
Poco tiempo después, por discrepancias con la gerencia del periódico, decidí
aceptar una oferta de El Faro. Y me fui convencido de que El
Pueblo de Ceuta, más pronto que
tarde, sería fagocitado por el periódico decano. Algo que ya habían sufrido
otros diarios. Reconozco, una vez más, que erré en toda la expresión de la
palabra. Menos mal; pues de no haber sido así, difícilmente habría podido yo
regresar a un medio en el cual permanecí diez años.
Cierto es que El Pueblo de
Ceuta se tuvo que defender, en ciertos momentos, como gato panza
arriba. Conviene no olvidar los muchos problemas que le surgieron a su editor
cuando la fiebre del GIL se extendió por toda la ciudad. Editor que
aguantó el embate con serenidad; pero sin perder un ápice de valor por
preservar las ideas que hasta entonces había mantenido en su línea editorial:
defensa del Partido Popular ante la amenaza que representaba el GIL
para Ceuta.
Veinte años, por más que el tango se
obstine en decirnos que no es nada, son muchos años de vida de un medio que
todos los días, de gran parte de su existencia, ha sabido estar a prima mañana
informando a los ceutíes. Aunque sólo fuera por eso, que no es moco de pavo, El
Pueblo de Ceuta se ha hecho ya merecedor de que se le rinda un homenaje
por parte de las instituciones. Homenaje ganado a pulso. Por más que en tan larga
trayectoria hayan surgido desavenencias entre partes que están,
indudablemente, obligadas a entenderse.
Por consiguiente, como quien escribe
analiza la situación con la más estricta independencia y sin el menor deseo de
agradar a nadie, no duda en llamar la atención acerca de la necesidad que
existe de hacerle justicia a un periódico que acaba de cumplir veinte años al
servicio de esta ciudad. Negarse a ello, por no dar a quien corresponda su
brazo a torcer, me parece, con todos mis respetos, una absurda obstinación. Y
no están los tiempos como para echar pulsos de poca monta.
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