Nada más entrar Podemos y Ciudadanos en el panorama político
español presentándose como las alternativas a los partidos existentes, lo
primero que nos dijeron sus dirigentes es que llegaban dispuestos a terminar
con el bipartidismo. Dejando bien claro que el predominio político del PSOE
y PP turnándose en el poder, ha venido siendo la causa de todos los males
de España sin solución de continuidad. Del bipartidismo, que no es malo por
serlo, se ha dicho siempre que disminuye el talento de los gobernantes cuando
degenera en partitocracia y cuaja en una oficina de empleo para ganar votos
antes que en una gestora para el progreso de la nación.
Ejemplo de lo reseñado, cambiando lo que haya que cambiar, fue el sistema
alternativo de partidos que se sacó de la manga Antonio Cánovas del
Castillo y que propició la corrupción política, cuya base era el caciquismo.
El político malagueño decía que la política es el arte de aplicar en cada época
de la Historia aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible.
Así que PP y PSOE, ante la contundente irrupción de Podemos
y Ciudadanos, no tendrán más remedio que buscar soluciones para no
perder la hegemonía de la que han venido disfrutando desde que se instauró la
democracia.
De no ser así, los dos partidos emergentes, encabezados por Iglesias
y Rivera, irán sustrayendo votantes por la derecha, por la izquierda y
aun por el centro. Y se llegará, sin duda alguna, a ese pluripartidismo a la
italiana por el que suspiran gran parte de los políticos españoles, y que
viene a ser como el paradigma de la democracia, "cuando el pluripartidismo
de esa extensión, no es otra cosa que la gran corrupción de los políticos en
orden a su presencia en el poder, respecto a sus dogmas y sus
programas".Tampoco es menos cierto que la gobernabilidad es también más
azarosa y más sorprendente cuando se reúnen muchos diferentes para gobernar o
para distribuirse la tarta. Y tampoco es fácil en estos tiempos acordar
alianzas.
El ejemplo lo estamos viendo Sevilla, debido a la necesidad que tiene
Susana Díaz, ganadora de las elecciones autonómicas, aunque sin mayoría
absoluta, de llegar a pactos que le permitan gobernar sin sobresaltos. Pero
pasa el tiempo y nadie quiere comprometerse a prestarle el apoyo necesario al Partido
Socialista. Por razones obvias: las elecciones municipales y generales
están a la vuelta de la esquina y todos los partidos temen que un acuerdo con
los socialistas repercuta negativamente en las urnas.
Se ha hablado de un posible entendimiento entre socialistas y populares. Pero entre otros obstáculos hay uno que
es muy principal. Y me explico: En España hay una derecha que impide que exista
una derecha moderna europea, también existe una izquierda anclada en
planteamientos caducos que no mira hacia adelante. Ambas no dudan en airear
que, caso de producirse tal entendimiento, los dos partidos pagarían en
desafecto lo que ellos consideran una traición a sus siglas. En fin, que las
dos Españas están siempre agazapadas y prestas a dar la nota en cuanto se
propone algo que a una de ellas le parezca intolerable para sus ideales.
Y, por último, conviene seguir
denunciando que nuestras democracia no es gobierno del pueblo, sino gobierno de
los dirigentes de los partidos. Esto es una verdad como la catedral de Burgos,
y no tiene solución. Lo que ocurre ya en nuestro país es que el pueblo español
se ha acostumbrado y pocos son los que siguen poniendo el grito en el cielo
antes las listas cerradas que le conceden a los jefes de cada partido la
potestad de determinar quienes serán los elegidos en cada circunscripción. Una
trampa que unida a la Ley D'Hondt complace por igual a los partidos
grandes y a grupos nacionalistas de la periferia
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