Fue ayer, conversando con un amigo, que salió a relucir lo difícil
que es adjetivar para quienes escribimos. Y además de coincidir con él
en las dificultades que ofrece semejante ejercicio, aunque reconociendo
que habrá muchos escritores capaces de acertar a media vuelta de
manivela con la palabra calificadora, le dije que yo a veces, muchas
veces, tengo que tomarme mi tiempo para dar con el vocablo o los
vocablos que yo creo precisos.
Pues bien, hoy, cuando escribo, les
aseguro a ustedes que he estado durante no pocos minutos pensando en la
palabra que quería dedicarle a Francisco Antonio González en
esta página. La tenía en la boca, como se suele decir en estos casos,
pero... De pronto surgió el sustantivo porte e inmediatamente todo fue
coser y cantar; sí el buen porte del Delegado del Gobierno,
a pesar de los pesares, sigue siendo destacado. Y, cómo no, tampoco
conviene echar en saco roto su fortaleza de ánimo. La cual le ha
permitido estar en el tajo, cuando cualquier otro, y con razón
suficiente, hubiera ya hecho mutis por el foro.
No crean que mi manera de expresarme sea porque a mí me una, o me haya unido, cierta amistad con Pacoantonio: Nanay de la China. Pues Pacoantonio
y yo nunca tuvimos la oportunidad de llevarnos ni bien ni mal, sino que
no nos llevamos. Que es algo peor. Y no hace falta que explique los
motivos habidos para que entre nosotros haya sido el saludo lo más
destacado de nuestras relaciones, cuando por educación hemos coincidido
en algún sitio.
Francisco Antonio González, conviene
decirlo cuanto antes, siendo Diputado en el Congreso, raro era el fin de
semana que no llegaba a Ceuta y ponía a caer de un burro al Delegado
del Gobierno socialista que estuviera en ese momento. Tarea, sin duda,
encomendada por su partido y que él la ejercía con ahínco y bríos
suficientes como para que todos los medios recogieran sus declaraciones.
Las que, como no podía ser de otra manera, les sentaban como un tiro a
los representantes del Gobierno de la Nación. Y puedo dar fe de ello.
Ahora bien, nunca Pacoantonio,
siendo diputado, hizo o dijo nada con el fin de enfrentar a los más
pobres del lugar con la clase media. Al menos que yo recuerde. De
cualquier manera, aquí estamos asistiendo a un enfrentamiento entre
alguien que no quiere perder la costumbre de vivir y otro de aspecto
triste, disgustado por sistema, y que no admite que su vida política se
agotó hace la tira de tiempo. Y que si sigue gozando de un escaño de
concejal es gracia a la inmadurez política demostrada por Mohamed Alí en su día.
Juan Luis Aróstegui
sabe perfectamente que si en Caballas decidieran darle la boleta, nunca
más volvería a obtener un acta de concejal en su vida. Es consciente de
que está acabado como político. Fuera de cacho. Vamos, en terrenos que
no se comería una rosca si tuviera que competir sin la gente de
Caballas. Y, claro, como de tonto no tiene un pelo, juega a ser defensor
de causas perdidas. En Cataluña, por poner un ejemplo, sería tachado de
charnego de poca monta.
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