Se sigue hablando de la eliminación del Chelsea
de la Champions League, por el París Saint-Germain, con la desatada
euforia de quienes sienten aversión hacia José Mourinho, y con
enorme desconocimiento sobre las posibilidades que tiene un equipo de
salir ileso de un partido jugando con diez futbolistas frente a un
contrario que cuenta con los once que permite el reglamento. Lo cual me
induce a escribir al respecto.
Helenio Herrera, a quien los entrenadores de todo el mundo deberían homenajear cada año por haber contribuido a que la figura del entrenador adquiriera en su momento categoría suficiente para ser respetado y pagado a precio de oro, se permitió decir en una ocasión que se juega mejor con diez que con once futbolistas. Lo que no dijo nunca HH es que ese jugar mejor era posible si el contrario no sabía usar su ventaja numérica. Ni tampoco se le ocurrió contar las medidas que había que tomar ante el equipo con un jugador menos, bien organizado, y esperando su momento para lanzarse a tumba abierta.
Me van a permitir que hable de mí. No en vano estuve diecinueve temporadas ejerciendo como entrenador y muchas fueron las veces que mis equipos jugaron contra diez y otras tantas que sucedieron al revés. Ambas situaciones, por ser parte del juego, se ensayaban muchas veces nada más comenzar la pretemporada. Aunque, llegada la ocasión, era a mí a quien me concernía tomar las decisiones adecuadas al efecto, teniendo en cuenta el tiempo del partido, qué nos jugábamos y en qué campo...
Hoy, por lo que le ha ocurrido al Chelsea, toca opinar de lo que ha de hacer un entrenador cuando el contrario se queda con diez jugadores. Lo primero, yo lo hacía así, es esperar unos minutos a ver cómo reacciona el técnico rival. Y a partir de ahí, a uno no le cabe más que situar a sus jugadores de modo y manera que el contrario se vea siempre desbordado en una de sus líneas. Bien eligiendo a alguien del banquillo o dando misiones concretas acerca de lo conveniente a quienes ya están en el césped. Debo decir, y créanme que no se trata de sacar pecho a estas alturas de mi vida, que no recuerdo haber perdido un partido jugando mi equipo con once y el otro con diez.
Hecho tan largo introito, vamos con lo que le ocurrió al Chelsea el martes pasado; equipo al que vengo viendo jugar todos los domingos y fiestas de guardar. El equipo de Mourinho, que comenzó la Premier League a todo tren, está sufriendo un bajón físico y, por tanto, de juego. Y de ello se aprovechó el equipo parisino, empleándose con disciplina espartana, y entusiasmo no exento de ribetes alocados a veces, que provocaron desconcierto en el equipo ingles, durante algunas fases del juego. Con su 1-4-4-1, los hombres dirigidos por Blanch no se amilanaron lo más mínimo en atacar en oleadas, a medida que el tiempo transcurría y tenían mucho que ganar y poco que perder.
El bajón físico de los jugadores del Chelsea se le nota mucho a Diego Costa, a Cesc, a Hazard y, naturalmente, a Matic. Su lesión, sin duda alguna, fue lo peor que le pudo ocurrir a su equipo. Aunque, y ello es algo que Mourinho no debe ignorar, ni Ramírez ni Oscar ni William, cuando recurrió a él, dieron la talla suficiente cuando los componentes del medio campo de los parisinos decidieron jugárselo todo a una carta. Fue entonces, cuando tal vez Mourinho pensó más en el resultado que en evitar complicaciones de última hora y que se veían venir.
Mucho antes de llegar al último tramo del encuentro, y pese a que Azpilicueta es magnífico defensor y que ha de trabajar lo indecible para que Hazard juegue a lo suyo... el equipo estaba pidiendo a gritos la participación de Filipe Luis. Pues el brasileño, con su juego ofensivo y por ser zurdo, habría evitado que Thiago, Matuidi, Verratti, Pastore y compañía, se hubieran adueñado de la parcela vital del medio campo. De cualquier manera, conviene decirlo, el equipo francés empató en jugadas a balón parado. Es decir, el Chelsea recibió de su propia medicina.
Helenio Herrera, a quien los entrenadores de todo el mundo deberían homenajear cada año por haber contribuido a que la figura del entrenador adquiriera en su momento categoría suficiente para ser respetado y pagado a precio de oro, se permitió decir en una ocasión que se juega mejor con diez que con once futbolistas. Lo que no dijo nunca HH es que ese jugar mejor era posible si el contrario no sabía usar su ventaja numérica. Ni tampoco se le ocurrió contar las medidas que había que tomar ante el equipo con un jugador menos, bien organizado, y esperando su momento para lanzarse a tumba abierta.
Me van a permitir que hable de mí. No en vano estuve diecinueve temporadas ejerciendo como entrenador y muchas fueron las veces que mis equipos jugaron contra diez y otras tantas que sucedieron al revés. Ambas situaciones, por ser parte del juego, se ensayaban muchas veces nada más comenzar la pretemporada. Aunque, llegada la ocasión, era a mí a quien me concernía tomar las decisiones adecuadas al efecto, teniendo en cuenta el tiempo del partido, qué nos jugábamos y en qué campo...
Hoy, por lo que le ha ocurrido al Chelsea, toca opinar de lo que ha de hacer un entrenador cuando el contrario se queda con diez jugadores. Lo primero, yo lo hacía así, es esperar unos minutos a ver cómo reacciona el técnico rival. Y a partir de ahí, a uno no le cabe más que situar a sus jugadores de modo y manera que el contrario se vea siempre desbordado en una de sus líneas. Bien eligiendo a alguien del banquillo o dando misiones concretas acerca de lo conveniente a quienes ya están en el césped. Debo decir, y créanme que no se trata de sacar pecho a estas alturas de mi vida, que no recuerdo haber perdido un partido jugando mi equipo con once y el otro con diez.
Hecho tan largo introito, vamos con lo que le ocurrió al Chelsea el martes pasado; equipo al que vengo viendo jugar todos los domingos y fiestas de guardar. El equipo de Mourinho, que comenzó la Premier League a todo tren, está sufriendo un bajón físico y, por tanto, de juego. Y de ello se aprovechó el equipo parisino, empleándose con disciplina espartana, y entusiasmo no exento de ribetes alocados a veces, que provocaron desconcierto en el equipo ingles, durante algunas fases del juego. Con su 1-4-4-1, los hombres dirigidos por Blanch no se amilanaron lo más mínimo en atacar en oleadas, a medida que el tiempo transcurría y tenían mucho que ganar y poco que perder.
El bajón físico de los jugadores del Chelsea se le nota mucho a Diego Costa, a Cesc, a Hazard y, naturalmente, a Matic. Su lesión, sin duda alguna, fue lo peor que le pudo ocurrir a su equipo. Aunque, y ello es algo que Mourinho no debe ignorar, ni Ramírez ni Oscar ni William, cuando recurrió a él, dieron la talla suficiente cuando los componentes del medio campo de los parisinos decidieron jugárselo todo a una carta. Fue entonces, cuando tal vez Mourinho pensó más en el resultado que en evitar complicaciones de última hora y que se veían venir.
Mucho antes de llegar al último tramo del encuentro, y pese a que Azpilicueta es magnífico defensor y que ha de trabajar lo indecible para que Hazard juegue a lo suyo... el equipo estaba pidiendo a gritos la participación de Filipe Luis. Pues el brasileño, con su juego ofensivo y por ser zurdo, habría evitado que Thiago, Matuidi, Verratti, Pastore y compañía, se hubieran adueñado de la parcela vital del medio campo. De cualquier manera, conviene decirlo, el equipo francés empató en jugadas a balón parado. Es decir, el Chelsea recibió de su propia medicina.
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