Decido ver el Atlético de Madrid-Bayern Leverkusen para opinar
al respecto. Pero a medida que van transcurriendo los minutos, si exceptúo la
emoción por el resultado, el juego me parece horroroso. Impropio de una
competición tan afamada como es la Champions League. Tal es así que al
final del encuentro, nada más que tengo grabada en la memoria la magnífica
actuación de Spahic: central zurdo, que jugó en el Sevilla, y que le
vendría al Madrid como el anillo al dedo.
Dado que no deseo escribir más acerca de la eliminatoria ganada por los
atléticos, decido ponerme a releer a
Albert Camus, con el fin de meterme en la piltra sin la mala impresión
que me han causado los futbolistas alemanes y españoles en el Manzanares. Y a
medida que leo voy tomando notas de algunos pensamientos para publicarlos. Pues
son pensamientos merecedores de ser aireados para deleite de quienes no hayan
tenido la ocasión de leer a una de las mentes más lúcidas entre 1942 a 1951.
Empiezo.
Una tertulia de ocho o diez personas
en la cual todas las mujeres presentes han tenido amantes, en la que se
mantiene una conversación divertida y salpicada de anécdotas, y en la que a las
doce y media se sirve un ponche liviano, es el mejor lugar de la tierra donde
me siento más a gusto.
Pena de muerte, se mata al criminal
porque el crimen agota en un hombre toda la facultad de vivir. Si he matado, he
vivido todo. Ya queda morir. El asesinato es exhaustivo.
No se acuesta con una prostituta que
se le ofrece y que le gusta porque sólo tiene un billete de mil francos y no se
atreve a pedirle el cambio.
Un escritor no debe hablar de sus
dudas respecto a su creación. Sería demasiado fácil contestarle: ¿Quién le
obliga a crear? Si es una angustia tan permanente, ¿por qué la soporta? Las
dudas son lo que tenemos de más íntimo. No hablar jamás de las propias dudas,
sean las que fueren.
Toda la vida orientada hacia el dinero es una muerte. El renacimiento está
en el desinterés.
Licenciarse como mentiroso cuesta lo indecible. Pues sigue siendo una
asignatura hecha a la medida de las personas talentosas. Mentir, aunque no
toque, es conveniente como práctica.
Mentir convenciendo es el mejor éxito a que aspira cualquier político que se
precie.
Cuando uno llega a creerse sus mentiras, se asegura además la posibilidad de
dormir todos los días a la pata la llana.
Como es tarde, muy tarde, y quiero dormir plácidamente, les diré que el
Atlético de Madrid hizo un partido fantástico frente al Leverkusen.
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