Días atrás, alguien, que tiene acceso directo a Juan Vivas, me aseguraba que nuestro alcalde se ríe a mandíbula batiente de todas las críticas que se le hacen. Aunque éstas sean acerbas; es decir, ásperas, desapacibles... Le faltó decirme, pero yo lo vi reflejado en su cara, que las censuras recibidas se las suele pasar por la entrepierna. Y yo estuve a punto de hacerle una higa. Porque creo conocer bien al personaje que más poder tiene en esta ciudad. Pero me contuve a tiempo.
A Juan Vivas le cuesta mucho sacrificio mantener su habitual mesura cuando recibe reproches derivados de actuaciones suyas, que no son compartidas por las personas que se sienten perjudicadas. Aunque puede ser que, debido a los muchos años que lleva ostentando el cargo de primera autoridad de Ceuta, haya logrado ya digerir mejor las reprobaciones. De no ser así, su vida sería un infierno.
Precisamente, hace ya no poco años le pregunté al respecto: ¿Le cuesta mucho sacrificio mantener su tan cacareada mesura cuando lee un artículo que usted considera que es una retahíla de afirmaciones totalmente gratuitas? Y su respuesta fue la siguiente: "Por mi fragilidad yo no estoy en condiciones de aceptar el cuerpo a cuerpo. Lo mío es más de fintar, esquivar, soslayar. Esas son mis armas defensivas. Yo me considero de la escuela de Iniesta. Aunque tampoco censuro a quienes gustan de fajarse hasta que el cuerpo aguante".
También le inquirí sobre su habilidad para encubrir sus debilidades. Y su contestación fue esta: "Nadie es tan tonto como para enseñar su talón de Aquiles..., porque sí. Es una manera de sobrevivir. Y mucho más en política". Cuando salió a relucir ese tema tan manido como es el del odio, me dijo que no merecía la pena odiar a nadie. Por ser el odio tóxico y, por tanto, dañino para quien no se abstrae de ese sentimiento.
Eso sí, no me extrañó en absoluto que nuestro alcalde, estando ambos en plena conversación, me dijera que no es persona que se olvide de los agravios. Pues me consta que está en posesión de una memoria excelente. Y me puso un ejemplo:
-Hace ya mucho tiempo usted escribió que todos mis discursos eran monocordes. O sea, monótonos y faltos de variación.
Lo que bien podría traducirse, como mal menor, en puedo perdonar pero no olvido.
En rigor, nuestro alcalde no se ríe de las críticas, sino que las soporta como buenamente puede. A veces mascullando maldades contra los que aún son capaces de recordarle que no todo el monte es orégano. Y, desde luego, los apunta en la libreta de su memoria prodigiosa. A favor de Vivas hay que decir, pues justicia obliga, que es capaz de sortear más obstáculos que las grullas viajeras. Pues sobrevive a zorros, jabalíes y cazadores furtivos. Por lo que lleva quince años en el cargo. Y cuatro más que sumará a su debido tiempo.
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