Durante mi adolescencia tuve yo la oportunidad de escuchar
atentamente los consejos que me daba uno de mis tíos, tratando de
desvanecer cualquier duda que me asaltara. Mi tío había hecho la guerra
con los perdedores, y por si fuera poco, se había quedado renco por mor
de una herida padecida en el frente de combate. Así que su vida durante
la posguerra fue un calvario. Pero mi tío decidió afrontar aquellos años
grises sacando a relucir su sabiduría y su fortaleza del alma,
recurriendo al dominio de sí mismo y enfrentándose al dolor de modo
impasible. Pasado unos años, comprendí que mi tío era un tipo estoico.
Mi
tío murió con ochenta y pocos años, por lo que tuve la oportunidad de
conversar mucho con él, no sólo de nuestra guerra civil, sino de la
restaurada democracia y, por supuesto, de los políticos. Un día, durante
una sobremesa veraniega, en un chiringuito playero, le pregunté acerca
de qué partido se vería agraciado con su voto, en las ya cercanas
elecciones. Y él, que había respirado ideas anarquistas, me dejó
boquiabierto al responderme de esta manera: "A un partido moderado..."
Ante mi extrañeza, no dudo en rematar la faena con la gracia natural que
le distinguió siempre: "Deja que empiece a cáersete el pelo y a
fastidiarte la próstata y verás como te vas pasando sin querer a la
derecha moderada".
Luego, como quien no quiere la cosa, le dije a mi tío que había leído unas declaraciones de ese gran filósofo que es Karl Popper,
en las que manifestaba que era partidario del bipartidismo en la
democracia, al tiempo que es revelador del concepto de "soberanía
popular" en el sentido de adjudicar al pueblo el Gobierno de una nación.
Pero resulta que una gran parte de los políticos españoles suspiran por
el pluripartidismo a la italiana, que viene a ser como el no va más de
la democracia, cuando el pluripartidismo de esa extensión, no es otra
cosa que la gran corrupción de los políticos en orden a su presencia en
el poder, respecto a sus dogmas y sus programas.
Mi tío,
tras medirme con la mirada, y carraspear lo justo para aclararse la
voz, me dio su versión del pluripartidismo: Con él la gobernabilidad es
también más azarosa y más sorprendente cuando se reúnen muchos
diferentes para gobernar o para distribuirse la tarta. Ahora bien,
tampoco es malo que exista, al lado de dos grandes fuerzas políticas,
algún partido testimonial para consolación o para la facilitación de una
mayoría en el poder. Pero lo ideal, en cuanto a la autoridad y a la
gobernabilidad, es que haya una fuerza homogénea o coligada en el poder y
otra fuerza -sola o en coalición- en la oposición. Y que exista cierto
equilibrio entre ambas.
De haber vivido mi tío, le
habría preguntado sobre qué pensaba sobre la irrupción de Podemos en la
escena política. Mas tengo la impresión, conociéndolo tan bien como lo
conocía, de que me habría respondido, más o menos, esto: "La aparición
de Podemos en la escena política está sirviendo para sacar del letargo
en que estaban sumidos los populares y los socialistas. Ha sido un soplo
de aire fresco que nos era muy necesario en una España que ha perdido a
su clase media y en la que corruptos y privilegiados han infectado el
ambiente, ya de por sí iracundo ante los millones de parados existentes.
Si bien conviene no perder de vista un asunto que puede desembocar en
un grave problema". Desembucha, tito.
Veamos, imaginemos
que ninguno de los partidos, algo que es factible, logra una mayoría
absoluta. Y si malo es gobernar en minoría, qué decir si un frente
popular, lógicamente formado por partidos de izquierda, se hace con las
riendas del poder. Los dos casos, en una España tan castigada ya, son lo
peor que puede suceder en un país donde los ricos ha aumentado su
riqueza y los pobres son multitud. Mientras tanto, por si la crisis
económica no es suficiente castigo, sale de la cárcel Luis Bárcenas
para emplazarse en el centro del ruedo de los micrófonos, largando tela
marinera contra el presidente del Gobierno, con altanería y sarcasmo.
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